8 de julio de 2015

PARED DE CRISTAL

Cierra con intensos rojizos el atardecer para colorear estas vistas con pinceladas diferentes.
Entre la penumbra, que poco a poco se apaga, centellea el rocío de la mañana que aún empapa el ramaje de la ladera norte. Hace rato la luz del sol rompía el brillo intenso de las nubes y se bebía buena parte de ese jugo que parecía quemar el bosque.
Vuelca el manto oscuro de la noche el ruido de tu coche sobre la arena del pavimento. El péndulo del viejo reloj va despertando los callados sueños que nos hechizan.
La puerta cede contenta mientras adentra el olor de romeros, espliegos y resinas.
Nuestras sombras bailan el son de las chispas crujientes de esta leña en la chimenea. Te refrescas. Sostienes la blusa y tu sonrisa transparentes y tus pasos me acercan el abrazo estremecedor que reconforta y traspasa cada poro de mi piel.
En esta paz, tus besos encuentran los detalles que he preparado mientras idealizaba tu llegada. Alcanzamos el hielo agitado que cruje en nuestras copas. Al otro lado de las paredes de cristal la brisa retuerce las ramas de los viejos árboles. A este, se entrelaza nuestro deseo acomodándose sobre la alfombra delante del calor del fuego.
El silencio vacío impone respeto. Hago sonar una melodía relajante y pides que la calle para que no cambie la magia. Tus ojos trazan otros planes. Necesitas este estímulo del pequeño miedo para transformarlo en otra riqueza. Otro tipo de calor comienza a irrumpir desde mis huesos y despierta la imaginación. Inolvidable como la devoción a este buen vino con el que preparas nuestras copas.
A lo lejos, la quietud escucha romper el mar bajo el acantilado y se mezcla con nuestros latidos. La roca que sostiene la casa sobre la cima del montículo juega a balancearse, o no. Te alejas, atizas la candela y vuelves.
Tu soledad es mi compañía, la única, la que nos deja juntos, nadie más.
La hermosura induce a ensueños, nuevos y atrasados. A actualizarlos con coraje y ponerlos a secar al sol. Tendidos como las sábanas que la abuela lavaba con su propio jabón. El de aquel olor añorado, sentido, vivido, instalado, blanco. Es la necesidad, el deseo, la atracción, la lujuria desenfrenada, la sensualidad, la pasión y tú.
Sueños, con frescura, con descaro, con sabor, con calor, con ternura... quizá.
A sabiendas arrebatas la tranquilidad y armas la batería de un comando perezoso.
Atravieso un espejo roto de magia prohibida y encuentro rebosado tu altar íntimo de fantasías extremas. Te entregas. Con los ojos lavados, limpios de tristezas, sin disfraces y te tomo o eso me haces creer. Acompasados hasta el final sin delatarnos. Me legas tu niñez, a la que renuncias, la que no te sirve. Posas tu intención en las eternidades que ansías. Y reservas tus labios para enjugar mi firmeza. Zumba un extraño panal debajo de mi piel.
Estos arqueros brindan encantamientos de dioses mártires. Anclan grilletes al dolor de mis intentos. Y alcanzamos la libertad deseada a golpe de pesados remos. La felicidad perfecta, cuando secan las lágrimas que hacemos verter de vez en cuando.
Parad el tiempo. Empujad el frío más al norte y dejad brotar la primavera dentro de mi pequeña cabeza. Planchad impoluto este perfume, el de las dudas, el del amor.
Para regarlo, como solo ella sabe.

JOSÉ CHINCHILLA LÓPEZ

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