23 de octubre de 2019

LA TORMENTA

Con paso herido camina mi mañana. El manantial de la fuente oculta sus brillos del sol. Mis ojos buscan soluciones que las nubes borran del azul del cielo.
No estás. Te dibujo cansada, abatida. Afiladas tus garras sin enemigo a quien culpar. Tragando las ganas de tenerme de nuevo. Ansiando el empuje atroz que te borre ese recuerdo, esa agonía.
Nada por apartar de entre mis pasos callados. Ninguna piedra brilla en estos arrastres desaparecidos de un temporal que se ha tragado su propia fuerza. Ningún estrago para nombrar del uno para el otro, ninguna uña marcada en mi espalda, ninguna sensación viciada o innombrable. La resaca tras tus tormentas no te ha dejado varada en mi playa. El viento engulle nuestro orgullo de estar aquí.
Tu ausencia va sesgando mis esperanzas con un corte preciso e impoluto. Al paisaje que recorro le han robado sus propias cicatrices. Te ocultas, te alejas, desapareces.
La limpieza de esta humedad tras el chaparrón solo define un vacío que no he traído y un calor que no me llevo tras tu intención atragantada.
Tus fantasmas te pertenecen. No los traje conmigo, ese no era mi trato. No robo dioses que no pueda mantener, ni miento más allá de lo necesario.
Decir adiós es más valiente que evitarme para que no encuentre tu sombra. Defenderte de un ejército que arrastra su derrota no tiene sentido. Y aún juegas al escondite con tu corazón trastornado.
Regreso tras recorrer palmo a palmo nuestra ensenada abandonando mis reflejos a la quietud del vaivén de unas aguas tranquilas.
Avanza la tarde. Se van llenando los charcos de tu calle. Lagrimean los tejados con la alegría de la ducha. Limpio todo. Feliz el ambiente como bebé recién bañado. Olor a rosa fresca empapada de rocíos eternos. Mi paraguas resiste tu falta bajo tu ventana. Y aguanto, a duras penas, la insatisfacción de no alcanzarte desnuda. Ausente o fuera de cobertura taladran mis oídos. Tampoco estás. No pudiste esquivar al mundo. No para vernos hoy.
Mis tripas se tragan sus bailes y cambian tambores por silencios. Mi sangre va dejando de arañar la piel. Empapado, frío, cabizbajo alejo mi propósito de rozar tu encaje, de sobrepasarlo. Otro día, quien sabe. Eterno, difícil de tragar, incompleto, chasqueando la lluvia dentro del zapato, mirando una y otra vez atrás. Añoro el sabor de tu perfume en mis labios secos.
Te he negado. Puedo olvidarte, lo sé, antes o después te habré olvidado, quizá lo he hecho y no me acuerdo.
A golpe de látigo mi soledad me traiciona o me endurece.

JOSÉ CHINCHILLA LÓPEZ