24 de septiembre de 2020

CITA OBLIGADA

El cielo rompe su rutina y se desdice. Entre las pompas de jabón del bufón de la calleja, se evaporan todas las eternas represiones inculcadas a ritmo de galeras. Las que, día tras otro, robaban encuentros, citas, sonrisas y besos de tu corazón confinado. Brota el cambio, sencillo, pausado, natural, humano y alegre. Fuentes pariendo realidad a borbotones que comprender no necesitas, ni yo descubro.
La vida se muestra, sin disfraz. A ratos no es posible ocultar tanta resequedad bajo la barra de labios y nuestras corazas de cristal son demasiado frágiles para proteger las estelas de un sol distinto. La tuya de nada sirve. El miedo de guadaña vence largos miedos titánicos que solo durante ese instante se tornan minúsculos e insignificantes. Te obligas, cedes y te sometes, sin quererlo. No queda otra. Como tantas veces.
La afrenta sufrida te empuja a protegerte bajo una ducha donde espiar tu doblegamiento. Tu alma desahucia sus espinas convertidas en diamantes de sal que brotan de tus ojos. La lluvia siempre lava todo. Clavas de nuevo el abrazo frío del rincón alicatado que te sostiene. El olor del jabón endulza y enjuga el instante.
La piel limpia y desnuda reclama su realidad, sentir que para eso está diseñada. La garganta un culín de desgarrador aguardiente y pelillos a la mar. Renaces tras cada caída, cada rechazo, cada desilusión. Eliges ese vestido y echas a volar sobre tus tacones brillantes. Hay sitios mejores donde la caricia aplaca su sed eterna. Donde tu libertad es tan plena que no necesita vestirse. Donde el silencio, la paz y la tranquilidad cobija nuestro sueño. Donde el aire levanta escalofríos y cosquillas a poro abierto. Se hace necesidad la verdad sin tapujos donde encontrarnos
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JOSÉ CHINCHILLA LÓPEZ

11 de julio de 2020

EL ABRAZO QUE OCULTO

Me refugio bajo esta lluvia artificial. Mis lágrimas se mezclan con las gotas que untan mi cara semblante abajo. Con el negro rímel que destiñe, cae por la ladera de mis mejillas y pinta un liviano velo de luto. Como tantas veces, desde niña, tapo mi boca con las dos manos para acallar mis lamentos y mantenerlos en silencio. Me agacho en cuclillas para rodear mis piernas y sentirme abrazada mientras la cascada diluye los pecados. Estiro el tiempo para desahogarme lo suficiente y retomar una tranquilidad fingida que despiste mis heridas. Mostrar debilidad es de crías chicas y hay que ser mujer por encima de todo y demostrar que todas las personas siempre fuimos iguales, fuertes.
Despilfarro el agua que necesito, el agua que me limpia, el agua que me bautiza, el agua que arrastra mis penas, mis sufrimientos, mi incomprensión y mi desdicha, a la profundidad de un sumidero oscuro y frío de donde nunca regresen. La humedad devuelve un poco de frescura a los cortes que acuchillan mi corazón, mi alma entera, día tras día. Y tú no estas.
Me tranquiliza esa eternidad bajo la ducha. La que supongo usamos todas para escapar del monstruo del desamor, de un silencio de cementerio. Doy por abandonadas mis tareas, las cosas que me han encargado y rompo mi sumisión enmudecida en mil pedazos. Las olvido, las quiero olvidar intencionadamente.
Hay momentos que deseo pensar que nada de esto está pasando, que mi desesperación lo inventa como un cuento quijotesco que se me ha metido dentro. Del que soy incapaz de salir.
A la vez pido al genio de cualquier lámpara que me haga fuerte para devolver el guante a quien me cruce la cara sea hombre o dios.
Aliviada, acabo desnuda bajo la toalla frente a la ventana, tras el cristal de mi dormitorio, a este lado avergonzado del mundo. El mío. Mientras, al otro lado de la calle, otros cristales traslúcidos guardan otros episodios distintos, de otras vidas diferentes, con bocas que no tienen que ser tapadas mientras lloran o ríen su dolor o gozo. Quizá, un día, en esta ruleta de la fortuna, alguna pueda ser tan feliz como sueño.
JOSÉ CHINCHILLA LÓPEZ

2 de mayo de 2020

Por ustedes Diez años 2010/2020



TALADOS

Tus tacones van llegando. Nos traen unos minutos que pasar juntos y el juego de tu vestido vaporoso y delicado. Explota este café que ciega tu fragancia entre la sal que endulza tus rincones. Cuentan para mí en ese afán de reivindicarlos. Se hacen necesarios. Pido tu sangre puesta en esa cámara, tal vez el suicidio de tu voluntad y no tengo derecho alguno.
Un beso nos entrega. Te arrimas a darlo o a recibirlo. Lo acercas y empieza ese juego para obtenerlos. Sin añadir reproches. Sin hablar, ni pedir. Surgen solos. Sin combate para conseguir el resultado que perseguimos. Toda alma incompleta necesita de otra que intente y desee alcanzar su propia libertad sin someterse. Suplir las carencias para prender este colosal disfrute siempre soñado. Olvidar cualquier yugo que arrastras y derrotar infortunios que un día inventamos nosotros.
Encuentro el desnudo. La piel expuesta, ofrecida, alcanzable, compartida. No gritas qué esperas recibir. Buscas o creas alivios si necesitas estímulos más altos. Llenas las carencias y haces fluir el avance perfecto a la meta que pretendes.
La luz del alba fulmina otra oportunidad. Al buscarte, descarado y descarada, no dejaste que te encuentre. Acaban mis noches, las tuyas, las nuestras, como cierra el día al atardecer. Todo termina mientras otras luces esconden los colores, los transforman, apagan, o encienden sin que puedas hacer nada.
Perdóname. Perdóname cada día que te amanezca sola, cada vez que te duela, cada momento que respires, cada brizna de aire que pasa por el balcón de tus sueños empapado en mi perfume. Solo pintamos palabras en un renglón que ya no existe, una crónica ya evaporada.
No hagas caso. Soy un vampiro, con hambre de ti. Un hambre en eterna condena que nunca ha de saciarse.
Ama fuerte. Ama lo que sepas, sin dejar de ser tú misma. Ofrécete, hazte vulnerable, intencionadamente. Entrégate. Sin condiciones, como una granada abierta. Jamás triste.
Admirable siempre fue la alegría de tu semblante, de tu generosidad, de tu limpieza, la transparente lágrima de amor que aparece cuando te alejas. Todas son como tú, claras, húmedas preciosas, necesarias, vitales.
No hubo diferencias. Salgo. Salgo de esta orilla antes de caer a este profundo remolino que el miedo revoluciona. La vida revienta las fuentes del llanto con una carcajada estruendosa ante el rostro alegre de la pasión amortiguada.
JOSÉ CHINCHILLA LÓPEZ