29 de mayo de 2018

OTROS MARES

Tu manera de vivir no coincide con la que deseaste y sueñas, no con tus fantasías inconfesables. Prisión espantosa tras la cremallera del pantalón. Generosidad de escotes, curvas rebosadas y pilladas involuntarias, sin alcanzar su fruto. Marchito el deseo contenido y soñado en correspondida espera. Censura sin verter a ojos cerrados y entrega generosa. Recuerdo de un amor adolescente.
No tan sola como te cuenta tu espejo cuando te machaca y te hace explotar tras ese cerrojo de intimidad limitada. No tan diminuta como tus lágrimas te encogen.
Tu silencio se ve, se lee, entiende y sufre. Te atrevas o no te atrevas. Agarrada a tu lealtad callada. Con tu rebeldía controlada. Gritas todos esos anhelos que guardas dentro y que habrían de quedarse ahí. Amas distinto a como quisiste amar. No es tuyo y sí, en tu remota realidad.
Haz sentir a la sabia de las piedras. Haz callar la tempestad de mi empeño en el lugar receptivo. Invoca una ducha fantástica para limpiar el alma. Convierte esta magia en un pasatiempo de sueños liberados que nadie puede arrebatar porque es tu esencia etérea. Lo hiciste siempre. Disfrutas, sonríes y coges ese néctar especial. Sigues en la lucha que da dignidad a tu felicidad. Tu búsqueda de una limpieza impoluta sin levantar mis pecados.
Tantas y tantas cosas me enseñaste. Me contaste sin hablar, desde tu guiño silenciado. Sigo aquí. No planteo derrota o seducción a tu lado. La luna me encauza abrazado, fundido. Me gusta y me siento feliz. La pasión, la compaña, son aire fresco que respiro o me falta si te vas. Me dejo usar y te uso, para agarrarme como un niño agarra su chupete, o el pecho de su madre. Juego a tirar la peonza del destino con mis dudas. La incertidumbre que tienen, quienes el abrazo ilumina. Sus inseguridades encerradas. Las mismas mentiras para mantener seca la verdad.
Eres mi recreo, mi distracción, para apurar los ratos sin un adiós. Engaños compartidos tras la cortina de la ropa sucia. Estar y durar se funden. Ganas con rabieta por permanecer juntos y convivir por encima de inconvenientes. No hay perfección sin recelo tras una cerradura de llaves de hierro.
En esta ribera duermo entre frutas reales. En cada recodo hay pareja mejor que la elegida. El miedo viaja en una cometa perdida. Remonto errores sin asirme a disgustos.
Quiero besar tus labios. tu piel, tu pecado, tu virtud, tu alegría, tu lagrima, tu consentimiento y tu terror.
Desnuda, desnuda para mí, para nosotros. Retando la luna llena, retando el crujido de la cascada. Envidiosa de tu espuma, de tu caída salvaje, de tu preñez. Quiero besarte, besarte quiero. Besarte cogida de tu cintura.
Así te muestras derretida por la luz de mis pupilas, así tierna, entregada, necesitada, caliente y húmeda. Escondida tras un vestido de seda transparente y escotado. Amando como locos, pelea tras pelea, solos, fuerte y a secas; intensamente al hacerlo yo. Tu intimidad baila conmigo y se hace respetar. Sensible y sedosa. Como sangre, al brotar por las uñas, que grita que fuiste poseída por dioses poderosos o el bocado sediento de dientes amantes. El que trae el dolor y el placer uncidos, la sumisión y la libertad, el castigo y el éxtasis pleno.
El lecho es cristal líquido. Cambia de forma con el viento y canta canciones apasionadas al encender la chimenea. Me llega. Mucho. Puedes acercarme a distancia de fusión y empaparnos cada vez que te haces vibrar. Me abraza si he de irme y se abre si me acerco o te miro. Sin peligro, desaparezco tras el cerrojazo de la puerta.
Otra vez, tu vida, es para ti. Ve, ve a ser feliz. Ve.
 
JOSÉ CHINCHILLA LÓPEZ

17 de abril de 2018

ÁLABES


Obliga a tu voluntad a abrirme la entrada de sus secretos benditos. Agarra la libertad de mostrar la limpieza de lo que sientes. Y bébela de la boca que tanto miras.
Has girado a empujarme para quitar una razón que ya no necesito. Regresas a tus miedos eternos y oscuros. Y aun así alcanzas a superarlos.
Aprendes a enlazar otros pasos de la mano de tus riesgos como aprendiste la primera vez de la ternura de otra mano.
Saltas al vació con el chasquido que enciende tu candil y borras de un tajo de sable  los fantasmas de una realidad quimérica. Pasas flotando sobre la transparencia del agua de un nuevo manantial sin despertar el círculo concéntrico de las ondas en forma de corazón. A cada giro, prendes luz, dejas  sombras atrás y vuelcas sobre mis labios arados la semilla de las fresas que anhelas.
Preñada por esta esencia que la mentira nunca supo escondernos. La que te pone, la que nos funde, la que me engancha a ti.
Hacernos niños. Limpios de impurezas y plenos de deseo por compartir solos, los dos solos.
Las estrellas se sueltan de nuestros cielos y caen ardiendo, limbo abajo, hasta penetrarnos plenamente con la furia de los vómitos de un volcán. Nos enseñan a sentirnos completos en esa penetración perfecta. A soltar las cadenas de un pecado entre las luces de un barco pirata. A respirar. A latir. A volver eternamente. A levar anclas cuando subimos asidos sobre la cubierta. Y yace tu capricho sobre un canto de jilguero, un arrullo de mañana y un beso de un amor desconocido.
Da igual. Todo da igual. Llamo la atención interesada de tu tacto. Sentado en la torre donde encuentro sosiego. Junto a esquinas encajadas de caminos o tesoros renunciados. Junto a frascos llenos de tus pañuelos enjugados en llantos de incomprensión. Donde la paz, el descanso, la quietud, la vista de un horizonte o una puesta de sol, juegan en corro y dibujan canciones románticas.
Miro, si te encuentras con ganas o tiempo de volar y hacer piruetas o mirar el número de la llave.
Traspasar el umbral con los tacones en los dedos. Empujar el cierre de la estancia en penumbra, en la que te soñaste princesa al entregarte y mostrarte mujer. Donde, de puntillas pintas las paredes con latidos de cañón o con el rubor avergonzado de tu inseguridad superada y feliz. Donde aguantas tu tensión, impones tu desnudez o rasgas en pedazos tu virtud y te regalas al completo. Donde tu perfume rompe en chispas de color el eterno olor a café. Donde creces satisfecha hasta descubrirte dueña arreando las riendas de un destino que no permites que nadie corrija. Donde una gasa descarada y suave con el tono de tus deseos es el ajuar y protección que precisa tu calmado reposo. Donde calzas la calidez del entarimado de madera en el que tu poesía se hace verbo. Donde el cristal te susurra al oído que esté día, al fin, encontraste tu acertijo mientras retocas la complicidad de tu melena.
Proteges tus riquezas o contemplas los trazos de tiza de la rayuela sin atreverte a saltar sobre ella.
Un rayo insolente asalta por la rendija ese escenario oscuro y alumbra tu piel limpia, tersa, desnuda. Encuentra tu caricia intima a puerta cerrada, tus votos de felicidad, pasión y entrega. Descubre las grandezas que esconde tu enagua. Y enseña la verdadera extensión de tu cuerpo, la honestidad que irradias. Muestras o escondes tu encaje como una pequeña colibrí que cumple el año.
Debería respirarte fuerte y hacerte sentir. De una manera brutal. Es tu verdad y la mía. Inalcanzable. Correspondida en los mismos valores e intensidad. En los que aceptas o dices aceptar o en los que sueñas y callas.

Huirías hasta el amanecer conmigo entregándome la eternidad y hasta la vida en bandeja. Si, hablarías, besarías... y más. Como una diosa y como un mendigo. Desde el cielo al barrizal y lavarnos bajo una cascada de intenciones después. Y al correr los visillos acuchillas el universo con frialdad por no ser descubierta. Para caer prendida al suelo.
JOSÉ CHINCHILLA LÓPEZ

8 de enero de 2018

TODOS

Cupiste tú. Esperarnos todo el tiempo sabiéndonos uno. Nuestras velas desplegadas uncen la brisa. Giran colores en el juego de volar. Saciamos el momento en el que se retuercen entre si nuestros caminos. Expectativas que derrumban soledades como una fruta mal apilada. Al alejarnos más retos. La quietud atraganta las ganas de no acabar separados. El viento de poniente traspasa dos cascabeles, tumba la necesidad, ralentiza el latido. La cabeza embotada. Las promesas nulas. El reflejo iluso, en agua encharcada. 
Sentimientos descongelados. Calma extraña. Apareces entre vendas ensangrentadas de un corazón sediento. Conformidad de fuegos prendidos. Es pasajero, ha de serlo.
Ni querer, ni dejar de querer. No era posible al alejarte. El hielo tapa el cielo. 
Dejas atrás aprecio, flotas sobre amigos y en la cima de nuestro cerro, te echas a dormir. Sola o acompañada. Los miedos se evaporan tendidos a la luz. Pasan demasiados días conformados a la distancia de un no.
Te revelas contra tu inseguridad. Sonríes y desatas tu chispa. Tu fuego prende los atardeceres. Sonrojas tu cuerpo y le haces sentir. Entre las primeras luces resucitan.
Estuve allí. Me guiaron tus senderos, tu cascada, el estruendo de tus pájaros alterados por la primavera y el color. Tonos mezclados por un niño artista que juega con su estuche nuevo de pinturas. Lloran y empapan el paisaje los frascos rotos de un tocador de princesa triste y despierta. Tal como soñaste, hice el viaje, antes del amanecer, sin equipaje, tras la puerta del bosque. Regresan las fuentes a sangrar su canto eterno. Y a trinar su llamada con desesperación. Rebosantes entregan su frescura para saciar la sed. Nos beben eclipsados por la belleza, la humedad, el perfume, el rubor.
Los sueños son reales. Vuelves, siempre vuelves a entregarte sin condición, a recoger lo que es tuyo. Hasta que la implacable sirena anuncia otra nueva partida. Ven pronto. 

JOSÉ CHINCHILLA LÓPEZ