8 de enero de 2018

TODOS

Cupiste tú. Esperarnos todo el tiempo sabiéndonos uno. Nuestras velas desplegadas uncen la brisa. Giran colores en el juego de volar. Saciamos el momento en el que se retuercen entre si nuestros caminos. Expectativas que derrumban soledades como una fruta mal apilada. Al alejarnos más retos. La quietud atraganta las ganas de no acabar separados. El viento de poniente traspasa dos cascabeles, tumba la necesidad, ralentiza el latido. La cabeza embotada. Las promesas nulas. El reflejo iluso, en agua encharcada. 
Sentimientos descongelados. Calma extraña. Apareces entre vendas ensangrentadas de un corazón sediento. Conformidad de fuegos prendidos. Es pasajero, ha de serlo.
Ni querer, ni dejar de querer. No era posible al alejarte. El hielo tapa el cielo. 
Dejas atrás aprecio, flotas sobre amigos y en la cima de nuestro cerro, te echas a dormir. Sola o acompañada. Los miedos se evaporan tendidos a la luz. Pasan demasiados días conformados a la distancia de un no.
Te revelas contra tu inseguridad. Sonríes y desatas tu chispa. Tu fuego prende los atardeceres. Sonrojas tu cuerpo y le haces sentir. Entre las primeras luces resucitan.
Estuve allí. Me guiaron tus senderos, tu cascada, el estruendo de tus pájaros alterados por la primavera y el color. Tonos mezclados por un niño artista que juega con su estuche nuevo de pinturas. Lloran y empapan el paisaje los frascos rotos de un tocador de princesa triste y despierta. Tal como soñaste, hice el viaje, antes del amanecer, sin equipaje, tras la puerta del bosque. Regresan las fuentes a sangrar su canto eterno. Y a trinar su llamada con desesperación. Rebosantes entregan su frescura para saciar la sed. Nos beben eclipsados por la belleza, la humedad, el perfume, el rubor.
Los sueños son reales. Vuelves, siempre vuelves a entregarte sin condición, a recoger lo que es tuyo. Hasta que la implacable sirena anuncia otra nueva partida. Ven pronto. 

JOSÉ CHINCHILLA LÓPEZ