8 de diciembre de 2016

HOLA

Acunado en la fuerza de vuestros sueños, nazco. Para aprender que estas letras toman luz intensa, la vuestra. Nace leve y arranca bríos insuflada por cada aliento que regaláis. Cada minuto que acogéis un relato lo hacéis propio. Cada suspiro, él os acompaña.
Sentir la lejanía, mirar las imágenes que creáis al leer. La amplitud cenital en un cielo limpio celeste.
Pueden dolerme y así, la imposibilidad de escuchar, ver, reír y llorar. Dormir o despertar. Sentir la pausa ha de ser semejante al día diferente que vivo o sueño.
Pasan uno tras otro los andenes que no pisamos hasta sellar el abrazo del encuentro. ¡Y estáis! en esa tierra que alcanzo a desear para pensaros, no más. El lazo puede regalar un sitio tan cercano que reposáis al lado, rozando mi pared con vuestros dedos. Oyendo crujir la organza que os cubre. Con olor a madera quejumbrosa de un palacio huérfano en la noche. Tan lejos.
Gracias.

JOSÉ CHINCHILLA LÓPEZ

RUGE EL TRANSBORDADOR

Cedo las ganas de construir. No aguanto los piratas, los traidores, los cucos que usurpan labores para hacerlas su lecho. Son envidiados los nidos perfectos. Envidiada si apareces y me rebosas, al doblar la esquina.
Duele la imposibilidad, la inestabilidad, la diferencia, la evolución consecuente hasta la nada. Contarlo no es necesario.
El camino a seguir de cada cual es reflejo del que ha de desandar el otro. A la par. Arrastrar arados de vertedera mientras se entierran las semillas de aquellos momentos, infructuosas. Cicatrizan las escoceduras que el arreo de los nadies deja en las espaldas. Se insensibilizan aquellas miradas encendidas y se olvidan estas caídas a las que llegamos, al dejarlas atrás.
Meditar donde desemboca aquél canal. Allí nadar era un mundo conquistado. Escuchar rugir las lágrimas de tantos otros ojos, vertidas en el mismo cauce, al caer por el precipicio. Se sufre.
Imagino la escalera al subir día tras día, peldaño a peldaño. El cielo es alcanzable, rompible, humano.
Buscas sostener su latido en tu mano. Su calor, su acogida, su comprensión, su encanto, su consuelo, su compañía, su seducción y cuando no lees lo que te gusta cierras los dedos. Sin pensar, con rabia, con dolor. No puedo reparar el que deshaces con tu ira. No lo tengo en posesión, ni haz de restituir las piezas que recibiste como ofrenda desinteresada. Imposible rearmarlo desde los añicos que desparramaste aquella noche de lunas distraídas. Nefasto intento de regresarle el genio que desplegaba bajo tu contacto. El amor diluido en la bruma del acerado. Ya no caben más en mi estante repleto. Corazón que crujes corazón que pierdes. Solo pueden romperse si son de tu propiedad. A quienes lo entregan les nace otro más limpio, mas nuevo, más grande, más lleno, mejor.
Chirrían las bisagras de esta puerta sin cerrojos, se rompe y cede su sitio a tu perfume. Afinas tu cuerpo, camuflado, flexible, terso. Bebo los últimos tragos de tu piel viajera. La alcanzo, palpo el desliz silencioso. Sientes, sueñas, deseas más. Te está prohibido, te dejas o lo permites y en secreto, te lo llevas puesto. Generosa, con valores, de amistad perenne, de sol radiante. Sigo mirándote, para leerte y entenderte, si pudiera.
Encuentro mi límite permisible, satisface completarlo para llegar a entender cosas que volaban a nuestro alrededor y cobran sentido. Conocernos. Aupar fuerza y restar debilidad. Encanta esta locura que sacia mi sed para estar en paz.

JOSÉ CHINCHILLA LÓPEZ