5 de marzo de 2021

AQUEL QUE TU ALIMENTES

Buscaba amar. Romper su soledad. Saciar su carencia de afecto. Ser aceptada, encontrar el hombre que abriera su desgarrado corazón a ese caudal de sentimiento. Estar al nivel de otras mujeres que admiraba. Sentir ese poder. Dejar crecer su amor acompañada. Medirlo.
Tiene cualidades necesarias y suficientes con las que vivir, convivir y alcanzar a construir un mundo especial para abrazar la felicidad completa.
Lo consiguió. Encontró los ojos que la miraron como la persona más especial del mundo. Disfrutar de la libertad para posarse o volar. Una plenitud contagiosa que solo precisaba su presencia y apenas su sonrisa o su complicidad y que crecía con una caricia un roce, un beso o tal vez algo más.
Cambió su manera de entender la vida, para cumplir otro deseo más. Buscó ser amada. Sentirse el centro del universo. Para eso vive. Dar lo justo y recibir en igual medida lo que entregaba de aquella manera tan desinteresada.
Su tesoro es moneda de cambio. Moneda cara que le devuelve limitadas riquezas. Su inseguridad la llevó a exigir compensación en igual pago o recompensa. No dar sin recibir.
Jugó. Mostró engaños insignificantes y pesó como afectaba. Midió el dolor y así tuvo certeza de la fuerza e intensidad y la seguridad de lo alcanzado. Sembró celos artificiales con la intención de prender una llama satisfactoria y alcanzó a quebrar ese cielo bendito. Puso a prueba lo que amaba exponiéndolo al sol sin protección y descubrió que la perfección absoluta tampoco estaba allí. Cubrió esa necesidad de cuantificar la profundidad de la piel empapada.
Su generosidad perdió de vista la felicidad de la persona amada. Quizás por miedo no supo hacerse entender. Quizás contagió sus dudas y sufrimiento rompiendo en pedacitos el alma compartida que tiempo atrás florecía de manera espontanea. Quizás la expectativa enfriaba su manera de querer o sus dudas la cegaban. Quizás no era feliz.
Frente a ella la sonrisa se estaba vaciando. Ya no le hacía sentir tan único y especial. Pasaba a ser un capricho más de otros cientos consolidados en puertos diferentes. Sentirse singular no es sentirse vulgar. La fuerza del corazón se tornaba juguete de cuerda rota abandonado a capricho en un baúl cualquiera.
Acunadas, las maletas duermen.. El juego creó el monstruo que abría sus dientes afilados a quien con otra intención lo hubo parido. El amor se derramaba por el suelo botando y tintineando como las cuentas de un collar roto.
Al recomponerlo siempre faltan las cuentas que se perdieron entre las holgadas grietas de un suelo desestructurado.
Sobraron dudas y sobraron miedos dejados crecer. Olvidó que florecen las semillas que se siembran y que queda poco para que sus jardines empiecen a perder su altísimo esplendor. O no.
Aprieta un billete. Caducado desde que lejos, bufa ronca la sirena del primer barco de la madrugada alejándose del muelle.
Ahí sigue, terca en intención. Regando lágrima a lágrima cada rincón de la casa que pretende rehabilitar para alcanzar ese triunfo, para ser feliz en cada baldosa que enjuga.
Ignora que para él, mujer es desde hace tiempo.
JOSÉ CHINCHILLA LÓPEZ

2 de enero de 2021

CARTA A RESIDENTES

Feliz navidad:
Me hace ilusión escribirles esta carta. Poco a poco voy aprendiendo que lo más importante de la vida no es el tesoro pirata de las películas. Tampoco todas las cosas perecederas y lujos que se parecen a aquel maná que nos contaban en la iglesia. Lo importante es uno mismo. Dormir tranquilo porque elegimos la mejor opción al hacer las cosas en nuestras vidas. La que menos daño hizo a otras personas dentro de nuestras pequeñas posibilidades. La que favorecía a quienes queríamos, a quienes protegimos. Poco a poco alcanzo con mucha dificultad a aprender una pizca de lo mucho que ustedes quisieron enseñarnos. Que duros de mollera somos y así me veo por querer vivir tan deprisa.
Ahora nos enseñáis que ayudarse entre ustedes, jugar esa partida entre carcajadas y contar vuestros secretos guardados a buen recaudo es el verdadero tesoro que nadie puede quitarle a otro. Ni siquiera el tiempo, que es un ladrón de memorias. Lo que hacen ustedes día tras día sin pedir nada a cambio, siempre están ahí. También os echamos de menos. Hemos mecanizado tanto esta sociedad que nos va obligando a prescindir de lo que llamábamos valores y del cariño en favor de atesorar cacharros que de poco sirven cuando no os tenemos.
Es Navidad. Hay que coger los frutos bien maduros, Solear los más bonitos. Para hincarles el diente y que se derritan en nuestras bocas. No me refiero a manzanas, que también. Me refiero a ese cariño, esos recuerdos, ese amor o amores, esa ternura, ese VIVIR en mayúsculas. Que en buen ejemplo nos dejaron ustedes. Quisiera aprovechar para darles las gracias. Tengo mi vida gracias a que sostuvisteis la vuestra con temple. Gracias, de corazón. Son, sois geniales.
Y al decirles hasta pronto recordarles aquella frase que nunca olvidamos: Cuidemos al cuidador. Sí, porque su alegría será la nuestra. Ya saben, sabéis, que siempre agradecen una sonrisa y son los que están siempre ahí aguantando el chaparrón y callando sus propios problemas. Al final todos nos parecemos como gotas de agua y vamos en el mismo barco.
Y cierro esta insignificante carta con lo más bonito que se me ocurre. Algo que suelo echar de menos cuando estoy solo y que deseo tengan todos a menudo. Mi mejor abrazo. El de sus familias y amigos.
Felices fiestas. Que no falten dulces que saborear ni el aroma de un buen cafelillo aunque sea a escondidas. Y que os traigan "eso" tan secreto que pidieron en la carta a los reyes y con muchos y enormes besos en compañía de quienes amáis
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JOSÉ CHINCHILLA LÓPEZ