20 de octubre de 2023

UNA CITA INSIGNIFICANTE (Ella)

Soledad. Un punto donde reposar tranquila. Un alto necesario para retomar nuevas y positivas energías. Una estación de tren. Una esquina oscura de nuestra plenitud, donde la felicidad es incompleta. Soledad, mi revelo más fiero contra mi dolor y una ilusión por renacer.
Así arrancamos lo que estaba escrito, con un paseo seductor e interminable de música lejana. Un tentempié. Complicidades con aquel café de sombra de luna. Sonrisas de agujetas en los mofletes y miradas plenas de invitación. Un concierto de partitura precisa al que alguna vez, por no dar el paso, le faltaban guindas de otra constelación. Iba tocando consentir a la imaginación algo diferente.
Entre tu abrazo cruzo el umbral prohibido de la sensatez al compas del tambor de mis latidos nerviosos. Beso tu lengua que distrae las manos en atrevidas caricias agradecidas. Provoco este error al abandonar con mimo mis tacones junto a mi bolso. Cedo mi cuerpo y mi alma en este empeño interesado, me arrastras me empapas y despeñas toda racionalidad a pasos desvergonzados. Orquestas esta borrachera de sensaciones sublimes que impiden resistencia alguna y tornan mi educación en curiosidad extrema por conocer hasta donde eres capaz de desalmarme. Me entrego a ti, sin limite ni condición, saciando mi deseo contenido. Estrujas y los obligas a ese extremo, que aporrean con arrojo la camisa de seda blanca. Mi fina lenceria recibe la inundación que a duras penas retiene o desborda. Me descompones. Gimo mientras mi falda trepa por cuenta propia y se desvanece en algún rincón inventado difícil de encontrar. Sumerges tu remo bastardo en el calor de un charco que ha perdido toda guardia y protección. Entre compases y envites alcanzo el fiero combate. En esta danza entro y salgo, bajo y subo, sombra y luz. Alcanzo el celestial consuelo. Exploto y clavo mis uñas buscando otra sangre sin venganza con la que beber, compartir o saciar este empeño de tan alta cima, alcanzada cada encuentro que me dignas padecer. Confirmo toda fantasía que no dejaba de bullirme por dentro si te acercabas. Es un no saber respirar sin ti.
No admito alejamiento, ni puerta, ni distancia. Te deseo encadenado en continua existencia, la de mi bajeza inconfesable, la de mi esperanza. Te busco en la eternidad ininterrumpida del reloj de bolsillo que de niña desalmaba con las tripas fuera para parar el tiempo. Desde aquella primera vez sufro en desafiante espera tus abandonos por pequeños que sean. Al decir adiós necesitamos el regreso respirable. Cae ese sentirse medio incompleta y caras que no llenan enfado.
No habría de ser así pero perdura, como lo hace la entrega espontanea sin pactos ni requisitos, tan natural que eclipsa la vida.
A pasitos callados voy llevando mi sombra a la arena donde la espuma se apodera del mundo. Pregunto al rugido del mar como de largo es el tiempo que tarda mi lágrima en alcanzar un mechón de tu mejilla. Triste me responde que es imposible que alcance tu cintura antes de varios meses. Nunca temprano, nunca a tiempo cual mensaje dentro de una botella. Más cerca de despedidas que de aquellos rápidos encuentros. Cabizbaja paseo entre mojada y seca, entre decepción y esperanza, entre tu recuerdo y tu adiós. Dejo la sal de la neblina del acantilado y regreso al perfume del azahar recién abierto. A la sombra del naranjo, donde esconder tu olvido.
JOSÉ CHINCHILLA LÓPEZ

5 de marzo de 2021

AQUEL QUE TU ALIMENTES

Buscaba amar. Romper su soledad. Saciar su carencia de afecto. Ser aceptada, encontrar el hombre que abriera su desgarrado corazón a ese caudal de sentimiento. Estar al nivel de otras mujeres que admiraba. Sentir ese poder. Dejar crecer su amor acompañada. Medirlo.
Tiene cualidades necesarias y suficientes con las que vivir, convivir y alcanzar a construir un mundo especial para abrazar la felicidad completa.
Lo consiguió. Encontró los ojos que la miraron como la persona más especial del mundo. Disfrutar de la libertad para posarse o volar. Una plenitud contagiosa que solo precisaba su presencia y apenas su sonrisa o su complicidad y que crecía con una caricia un roce, un beso o tal vez algo más.
Cambió su manera de entender la vida, para cumplir otro deseo más. Buscó ser amada. Sentirse el centro del universo. Para eso vive. Dar lo justo y recibir en igual medida lo que entregaba de aquella manera tan desinteresada.
Su tesoro es moneda de cambio. Moneda cara que le devuelve limitadas riquezas. Su inseguridad la llevó a exigir compensación en igual pago o recompensa. No dar sin recibir.
Jugó. Mostró engaños insignificantes y pesó como afectaba. Midió el dolor y así tuvo certeza de la fuerza e intensidad y la seguridad de lo alcanzado. Sembró celos artificiales con la intención de prender una llama satisfactoria y alcanzó a quebrar ese cielo bendito. Puso a prueba lo que amaba exponiéndolo al sol sin protección y descubrió que la perfección absoluta tampoco estaba allí. Cubrió esa necesidad de cuantificar la profundidad de la piel empapada.
Su generosidad perdió de vista la felicidad de la persona amada. Quizás por miedo no supo hacerse entender. Quizás contagió sus dudas y sufrimiento rompiendo en pedacitos el alma compartida que tiempo atrás florecía de manera espontanea. Quizás la expectativa enfriaba su manera de querer o sus dudas la cegaban. Quizás no era feliz.
Frente a ella la sonrisa se estaba vaciando. Ya no le hacía sentir tan único y especial. Pasaba a ser un capricho más de otros cientos consolidados en puertos diferentes. Sentirse singular no es sentirse vulgar. La fuerza del corazón se tornaba juguete de cuerda rota abandonado a capricho en un baúl cualquiera.
Acunadas, las maletas duermen.. El juego creó el monstruo que abría sus dientes afilados a quien con otra intención lo hubo parido. El amor se derramaba por el suelo botando y tintineando como las cuentas de un collar roto.
Al recomponerlo siempre faltan las cuentas que se perdieron entre las holgadas grietas de un suelo desestructurado.
Sobraron dudas y sobraron miedos dejados crecer. Olvidó que florecen las semillas que se siembran y que queda poco para que sus jardines empiecen a perder su altísimo esplendor. O no.
Aprieta un billete. Caducado desde que lejos, bufa ronca la sirena del primer barco de la madrugada alejándose del muelle.
Ahí sigue, terca en intención. Regando lágrima a lágrima cada rincón de la casa que pretende rehabilitar para alcanzar ese triunfo, para ser feliz en cada baldosa que enjuga.
Ignora que para él, mujer es desde hace tiempo.
JOSÉ CHINCHILLA LÓPEZ

2 de enero de 2021

CARTA A RESIDENTES

Feliz navidad:
Me hace ilusión escribirles esta carta. Poco a poco voy aprendiendo que lo más importante de la vida no es el tesoro pirata de las películas. Tampoco todas las cosas perecederas y lujos que se parecen a aquel maná que nos contaban en la iglesia. Lo importante es uno mismo. Dormir tranquilo porque elegimos la mejor opción al hacer las cosas en nuestras vidas. La que menos daño hizo a otras personas dentro de nuestras pequeñas posibilidades. La que favorecía a quienes queríamos, a quienes protegimos. Poco a poco alcanzo con mucha dificultad a aprender una pizca de lo mucho que ustedes quisieron enseñarnos. Que duros de mollera somos y así me veo por querer vivir tan deprisa.
Ahora nos enseñáis que ayudarse entre ustedes, jugar esa partida entre carcajadas y contar vuestros secretos guardados a buen recaudo es el verdadero tesoro que nadie puede quitarle a otro. Ni siquiera el tiempo, que es un ladrón de memorias. Lo que hacen ustedes día tras día sin pedir nada a cambio, siempre están ahí. También os echamos de menos. Hemos mecanizado tanto esta sociedad que nos va obligando a prescindir de lo que llamábamos valores y del cariño en favor de atesorar cacharros que de poco sirven cuando no os tenemos.
Es Navidad. Hay que coger los frutos bien maduros, Solear los más bonitos. Para hincarles el diente y que se derritan en nuestras bocas. No me refiero a manzanas, que también. Me refiero a ese cariño, esos recuerdos, ese amor o amores, esa ternura, ese VIVIR en mayúsculas. Que en buen ejemplo nos dejaron ustedes. Quisiera aprovechar para darles las gracias. Tengo mi vida gracias a que sostuvisteis la vuestra con temple. Gracias, de corazón. Son, sois geniales.
Y al decirles hasta pronto recordarles aquella frase que nunca olvidamos: Cuidemos al cuidador. Sí, porque su alegría será la nuestra. Ya saben, sabéis, que siempre agradecen una sonrisa y son los que están siempre ahí aguantando el chaparrón y callando sus propios problemas. Al final todos nos parecemos como gotas de agua y vamos en el mismo barco.
Y cierro esta insignificante carta con lo más bonito que se me ocurre. Algo que suelo echar de menos cuando estoy solo y que deseo tengan todos a menudo. Mi mejor abrazo. El de sus familias y amigos.
Felices fiestas. Que no falten dulces que saborear ni el aroma de un buen cafelillo aunque sea a escondidas. Y que os traigan "eso" tan secreto que pidieron en la carta a los reyes y con muchos y enormes besos en compañía de quienes amáis
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JOSÉ CHINCHILLA LÓPEZ

24 de septiembre de 2020

CITA OBLIGADA

El cielo rompe su rutina y se desdice. Entre las pompas de jabón del bufón de la calleja, se evaporan todas las eternas represiones inculcadas a ritmo de galeras. Las que, día tras otro, robaban encuentros, citas, sonrisas y besos de tu corazón confinado. Brota el cambio, sencillo, pausado, natural, humano y alegre. Fuentes pariendo realidad a borbotones que comprender no necesitas, ni yo descubro.
La vida se muestra, sin disfraz. A ratos no es posible ocultar tanta resequedad bajo la barra de labios y nuestras corazas de cristal son demasiado frágiles para proteger las estelas de un sol distinto. La tuya de nada sirve. El miedo de guadaña vence largos miedos titánicos que solo durante ese instante se tornan minúsculos e insignificantes. Te obligas, cedes y te sometes, sin quererlo. No queda otra. Como tantas veces.
La afrenta sufrida te empuja a protegerte bajo una ducha donde espiar tu doblegamiento. Tu alma desahucia sus espinas convertidas en diamantes de sal que brotan de tus ojos. La lluvia siempre lava todo. Clavas de nuevo el abrazo frío del rincón alicatado que te sostiene. El olor del jabón endulza y enjuga el instante.
La piel limpia y desnuda reclama su realidad, sentir que para eso está diseñada. La garganta un culín de desgarrador aguardiente y pelillos a la mar. Renaces tras cada caída, cada rechazo, cada desilusión. Eliges ese vestido y echas a volar sobre tus tacones brillantes. Hay sitios mejores donde la caricia aplaca su sed eterna. Donde tu libertad es tan plena que no necesita vestirse. Donde el silencio, la paz y la tranquilidad cobija nuestro sueño. Donde el aire levanta escalofríos y cosquillas a poro abierto. Se hace necesidad la verdad sin tapujos donde encontrarnos
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JOSÉ CHINCHILLA LÓPEZ

11 de julio de 2020

EL ABRAZO QUE OCULTO

Me refugio bajo esta lluvia artificial. Mis lágrimas se mezclan con las gotas que untan mi cara semblante abajo. Con el negro rímel que destiñe, cae por la ladera de mis mejillas y pinta un liviano velo de luto. Como tantas veces, desde niña, tapo mi boca con las dos manos para acallar mis lamentos y mantenerlos en silencio. Me agacho en cuclillas para rodear mis piernas y sentirme abrazada mientras la cascada diluye los pecados. Estiro el tiempo para desahogarme lo suficiente y retomar una tranquilidad fingida que despiste mis heridas. Mostrar debilidad es de crías chicas y hay que ser mujer por encima de todo y demostrar que todas las personas siempre fuimos iguales, fuertes.
Despilfarro el agua que necesito, el agua que me limpia, el agua que me bautiza, el agua que arrastra mis penas, mis sufrimientos, mi incomprensión y mi desdicha, a la profundidad de un sumidero oscuro y frío de donde nunca regresen. La humedad devuelve un poco de frescura a los cortes que acuchillan mi corazón, mi alma entera, día tras día. Y tú no estas.
Me tranquiliza esa eternidad bajo la ducha. La que supongo usamos todas para escapar del monstruo del desamor, de un silencio de cementerio. Doy por abandonadas mis tareas, las cosas que me han encargado y rompo mi sumisión enmudecida en mil pedazos. Las olvido, las quiero olvidar intencionadamente.
Hay momentos que deseo pensar que nada de esto está pasando, que mi desesperación lo inventa como un cuento quijotesco que se me ha metido dentro. Del que soy incapaz de salir.
A la vez pido al genio de cualquier lámpara que me haga fuerte para devolver el guante a quien me cruce la cara sea hombre o dios.
Aliviada, acabo desnuda bajo la toalla frente a la ventana, tras el cristal de mi dormitorio, a este lado avergonzado del mundo. El mío. Mientras, al otro lado de la calle, otros cristales traslúcidos guardan otros episodios distintos, de otras vidas diferentes, con bocas que no tienen que ser tapadas mientras lloran o ríen su dolor o gozo. Quizá, un día, en esta ruleta de la fortuna, alguna pueda ser tan feliz como sueño.
JOSÉ CHINCHILLA LÓPEZ

2 de mayo de 2020

Por ustedes Diez años 2010/2020



TALADOS

Tus tacones van llegando. Nos traen unos minutos que pasar juntos y el juego de tu vestido vaporoso y delicado. Explota este café que ciega tu fragancia entre la sal que endulza tus rincones. Cuentan para mí en ese afán de reivindicarlos. Se hacen necesarios. Pido tu sangre puesta en esa cámara, tal vez el suicidio de tu voluntad y no tengo derecho alguno.
Un beso nos entrega. Te arrimas a darlo o a recibirlo. Lo acercas y empieza ese juego para obtenerlos. Sin añadir reproches. Sin hablar, ni pedir. Surgen solos. Sin combate para conseguir el resultado que perseguimos. Toda alma incompleta necesita de otra que intente y desee alcanzar su propia libertad sin someterse. Suplir las carencias para prender este colosal disfrute siempre soñado. Olvidar cualquier yugo que arrastras y derrotar infortunios que un día inventamos nosotros.
Encuentro el desnudo. La piel expuesta, ofrecida, alcanzable, compartida. No gritas qué esperas recibir. Buscas o creas alivios si necesitas estímulos más altos. Llenas las carencias y haces fluir el avance perfecto a la meta que pretendes.
La luz del alba fulmina otra oportunidad. Al buscarte, descarado y descarada, no dejaste que te encuentre. Acaban mis noches, las tuyas, las nuestras, como cierra el día al atardecer. Todo termina mientras otras luces esconden los colores, los transforman, apagan, o encienden sin que puedas hacer nada.
Perdóname. Perdóname cada día que te amanezca sola, cada vez que te duela, cada momento que respires, cada brizna de aire que pasa por el balcón de tus sueños empapado en mi perfume. Solo pintamos palabras en un renglón que ya no existe, una crónica ya evaporada.
No hagas caso. Soy un vampiro, con hambre de ti. Un hambre en eterna condena que nunca ha de saciarse.
Ama fuerte. Ama lo que sepas, sin dejar de ser tú misma. Ofrécete, hazte vulnerable, intencionadamente. Entrégate. Sin condiciones, como una granada abierta. Jamás triste.
Admirable siempre fue la alegría de tu semblante, de tu generosidad, de tu limpieza, la transparente lágrima de amor que aparece cuando te alejas. Todas son como tú, claras, húmedas preciosas, necesarias, vitales.
No hubo diferencias. Salgo. Salgo de esta orilla antes de caer a este profundo remolino que el miedo revoluciona. La vida revienta las fuentes del llanto con una carcajada estruendosa ante el rostro alegre de la pasión amortiguada.
JOSÉ CHINCHILLA LÓPEZ