14 de agosto de 2011

REPOBLACIÓN


El frío es mayor cuando la rabia congelada se suma a la crudeza del invierno y la mañana, cuando la impotencia doblega lentamente el deseo de venganza. Amargura de un desenlace en el que la luna llena jugaba al escondite con la carrera de nubes que el viento del Este empujaba.
Un baile, un enfado celoso y amante, el deseo de alejarse sola y regresar junto a su amada niña recién nacida, y el hambre cazadora animal, parieron el peor fruto de aquella aislada sierra.
El odio de la gente escudriñaba los rincones de las cercanías del campo sobre el que reposaban los jirones rasgados por la feroz disputa de su cacería. La caja, poco a poco, guardaba los pedazos ensangrentados que reunieron a lo largo de la mañana.
Asistieron todos murmurando su indignación. El sonido de los granos de tierra rugía sobre la tabla hasta ocultarla.
La manada, de lobos asesinos saciados, reposaba su tranquila digestión lejos del lugar.
Las lágrimas de la pequeña huérfana jamás lograrían enjugar la precipitada ausencia de su madre.
Mi alma vive sufriendo por el desgarro de esta herida que nunca me devolverá un reposo feliz.
Mi dolor se alivia inventando mil maneras de cruzar el lago que me postre ante su esperada presencia.
Dos monedas de cobre tintinean en mi bolsillo mientras camino entre las sombras caídas de los cipreses al otro lado de la longitud de este muro envejecido que encierra sus restos. Queda una cruz tendida en el suelo y un relato que anda de boca en boca para que no se olvide el silencio roto por los aullidos del rey de las noches y la sangrante traición de la emboscada.

JOSÉ CHINCHILLA LÓPEZ