15 de febrero de 2012

¿Y PORQUÉ NO?


Nuestra mesa estaba muy cerca de la playa. Cuando subía la marea las olas rompían contra las rocas que soportaban la fachada y el agua salada refrescaba nuestros cuerpos.
La tarde del jueves aparecieron cinco chicas que salían de trabajar sentándose en la mesa de al lado. Las libreras sonreían y nuestras intenciones se cruzaban incansables.
El invitó a salir a la jefa del grupo de trabajo. Yo te elegí a ti, una morena comprometida. Como siempre interpreté mi papel de honorable caballero incorruptible y otra vez me batía en retirada cuando te acompañaba a casa. No pude salir contigo y el tiempo pasó.
Hoy te he encontrado en una acera que se abría a una plaza y se desdoblaba en otras dos calles en dirección a la playa. Me has sorprendido con una actitud muy distinta. Me he sentido en el cielo.
Cuando te has acercado, tu abrazo y este beso en la boca... un instante escaso, nunca suficiente. Apenas décimas de segundo para una mirada dispuesta a cruzar el puente que nos llevaba a un futuro incierto. Deseabas olvidar la monotonía de una vida en otoño constante. Salir del rincón donde estabas confinada. Me dejabas claro que te soltarías de la prisión de tus centinelas por mí. Mis locuras seguían siendo locuras inalcanzables pero te hacían reír. Y en el fondo te gustaban las caricias que ayer no me consentías. Sin olvidar que yo solo era el que sonreía desde la mesa de al lado embelesado en la alegría que marcaban tus labios.
Cambió tu rostro al explicarte que te estaba diciendo adiós para siempre. Mi autobús sale mañana y mi tiempo se ha acabado. Quédate, dijiste, para que aplazara mi partida. Me era imposible. Para mí todo eran prisas y acontecimientos por resolver.
Ahora leías que yo no estaba allí. Sentías vacío el cuerpo que abrazabas. Ya no era yo. Regresé a esta lejanía cumpliendo las promesas que hice horas antes en una cabina de telefonía. Aquel beso empapado de ternura atraparía con el tiempo el dolor de la inflexibilidad.

No alcanzaría a entender lo que nos estaba pasando, hasta muchos años después cuando los ojos de otra mujer me gritasen lo mismo. Sácame de aquí, ¿no me oyes? Este cuerpo es mi equipaje. No necesito más, solo a ti.
Los capítulos de mi vida se cierran y a veces no hay tiempo de preguntar nada.
Ni de frenarla, o el dolor no me permite pararme a oír respuestas. ¿Quién quiere solo respuestas? El final enraizó en un recuerdo doloroso. Que cuando lo vives más de una vez surge agridulce desde un ayer muy reciente.
Hace mucho que no uso mis palos de golf. Duermen en la bastonera de la entrada de mi casa junto a unas pelotas blancas que nadie ve. Hace mucho que ya no hago tantas cosas... que he dejado de ser yo, nadie alcanza a verme.
Una mujer desvestida en su intimidad es la imagen de libertad más bonita que conozco.
Esta mañana, otra vez es tarde al pie de este autobús.

JOSÉ CHINCHILLA LÓPEZ

1 de febrero de 2012

CRUJIDOS

Busco respuestas soñando cerca del elástico de tu intimidad. Paseo mis esperanzas por la penumbra de tu calle y contemplo como tu ventana ignora mi sombra. Otra vez se desgarra esta herida que no alcanza tu respuesta. Pobre vagabundo loco entre el humo frio de tu chimenea. Mojado entre nieblas, lluvias, sudor y llantos. Alcanzo la otra orilla del tiempo ahogadilla tras ahogadilla. Cuando tus brazos van perdiendo la fuerza que te sostiene.
Apareces en la distancia como lava escupida de las entrañas que derrite el frio de una oscura noche. Un crujido desgarra mi enorme montaña de hielo mientras flota a la deriva en un mar de soledad. Esculpes con maestría este ritual bien orquestado ahora que no te lo pido. Decides reflotar un galeón desaparecido saltando las normas. Tu perfume se enreda con mi colonia y el remolino aturde la poca claridad de tu pausada llegada. No supo vestirse de blanco mi alcoba. Ni recordaba donde soltamos la ropa. Junto al vapor, aparece este chorro caliente que armoniza un buen café. No delataba tanto la sonrisa de tu cara cuando acercaste tu abrazo para pedirme ayuda con tu pequeño equipaje.
¿Y mañana?

JOSÉ CHINCHILLA LÓPEZ