27 de octubre de 2015

TU CAMAROTE

La soledad hace el tiempo eterno. Batirnos en la pereza, en el olvido, en la tristeza, en la ausencia de placeres o ilusión, mutila las ganas de vivir, nos encierra.
- Ve de crucero. Me aconsejaron.
Huyendo del bullicio de aquellos pasajeros, despidiéndose, me alejé a la cubierta solitaria de babor. Un piso más abajo, tú hacías lo mismo y respirabas profundo atrapando el sabor mágico que tiene el mar. Desde arriba, observaba tu vestido balanceado por la brisa y tu escote. Protegida por tu soledad, solo prestabas atención a otros buques en la lejanía, a tus pensamientos, a tus añoranzas.
Te encontré muy guapa, vencí mi timidez y bajé a incomodarte.
Mi intención solo era mirar tus curvas. La tela que elegiste resaltaba tu figura y las cubrían de caricias. El instante más hipnótico de aquél viaje. El sol te desnudaba atrapando mis sentidos. Desde cerca la impresión fue magnifica, su caída realzaba tus movimientos.
Me acerqué con descaro y me apoyé muy cerca de ti.
- No encontraremos ningún lugar que borre de nuestra memoria el motivo de nuestro viaje.
Me miraste, callaste, pero mantuviste la mirada y la posición. Y te acompañé en silencio respirando tu perfume francés, mientras los motores nos empujaban lejos de la bocana del puerto.
- Feliz viaje. Te dije, al alejarme en busca de mi camarote. Solo sonreíste. Vi reflejado en la puerta de cristal como volvías la cabeza mientras me alejaba de ti.
Fue fácil encontrarte, bailar contigo, cenar juntos, pasear, escucharte pero no tanto despedirme.
- ¡Tengo Hambre!
- Hambre no se dice, esa palabra dibuja mucha tristeza.
- ¿Entonces... que tengo?, "apetito" no es una palabra que se use en mi tierra y ganas... tengo de muchas cosas, ¡de ti!
Anda, ¡seca tu lágrima!

JOSÉ CHINCHILLA LÓPEZ

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