11 de octubre de 2015

ILUSIÓN

Derrotado otra vez. Devorada la verdad. Entre vidas agotadas, de pensamiento nublado y pesadillas intermitentes. Mis nuevos ojos me traen a medir las sombras turbias que creímos ciertas. A las que apostamos nuestra felicidad para perderla. Empujado entre fanáticos de normas y creencias, busco el dios que me devuelva tu abrazo.
Arde este llanto seco que anida en mi alma, inmóvil por la tormenta de arena del desierto de la nada.
Si pudiera olvidar un instante porqué llora mi vida. Si mi pecho dejara de sangrar el tiempo suficiente para levantar las pestañas y encontrarte.
Me oculto entre estas tapias arboladas, aterrado como un niño perdido. Nadie, para decirte que aprendí a leer, solo por verte aparecer junto a la fuente, por refrescarme en tu piel... y arrodillado ante el frío de tu cruz, me pregunto por qué esperé tanto por alcanzar el cielo, si bastaba con coger tu mano.
Nada que enseñar. Aprenderte tampoco. Bebo mi sed de ti. Sabor en los labios de los vaivenes del vestido que marca y prolonga tu cuerpo. Soplo el viento al trazar los remolinos que ciñen la falda a tus piernas. Vivo ocioso, ajustado a tu bullicio, a tus gestos, a tu deseo, a tus dudas, a tus amarguras, a tu miel. Vine de paso y caí en la jaula de tu mirada, tu sonrisa, tu escarceo al doblar la esquina. Me miraste.
JOSÉ CHINCHILLA LÓPEZ

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