28 de abril de 2016

TEJADOS DE TANGO

Los canalones chasquean los pulgares. Son ellas, nubes blancas que espiábamos tumbados. Enredaba mi mano, sobre la tuya. Llegan con sus vestidos grises. Traen su leche materna para saciar esta tierra sedienta. Avanzan sigilosas, reptando entre las corrientes de un cielo cansado. Aprietan los labios de vuestras raíces contra los pechos henchidos a punto de reventar. Y se dejan sorber, chupar, succionar, mamar. Rescatan los campos exhaustos al límite de su resistencia. Plantan un vergel entre la sequedad del desierto. Lloran para abrevar la sed de un mundo derrumbado. Amamantan los gritos exigentes de un páramo sembrado de abandono y derrota.
O eres tú quién se ofrece, si pones la frescura de tu mirada empujando el ansia de mis pestañas sobre tu imagen erguida frente a la mía.
Musiquea una orquesta infinita en esta danza imposible que nos abraza.
Cegado por el afán de conseguir tu guiño. Borracho, bajo la presión de un bombeo incesante, al leer las insinuaciones que vistes. Mi anestesia tapa la razón, e impide lamer la realidad que revienta borbotones de este caudal de lujuria a mis ojos tardíos.
Señora de la verdad y naturalidad que calcaste de tus dueñas. Crianza en barrica de fresno. Esculpiste el oasis perfecto para envejecer en roble. Cocinar a fuego lento, sin prisa y en equilibrada premura.
Eliges tu música favorita y abres el espacio que necesitas para bailarla. Maestra en este tercio, escapista de mi abrazo, rehalera de las yemas de mis dedos. Dibujante de caricias leves o prolongadas, acompasadas o explosivas, tangentes o chocantes.
Es mi piel la que capturas. Es mi fuerza la que mides. Es mi tesón el que te embriaga. Mi calor el que saboreas y mi sudor o lágrima la que respiras.
A conciencia, diriges quien te lleve, sitúas o desbaratas la frontera. Mientras, juegas a este reto que dispones entre sueños y que ahora manejas, alargas o retuerces para engrandecer este teatro. Te entusiasmas, enjuagas cada palmo de tu cuerpo. No es una entrega. Me enseñas a aprender y no es poco.
Sin tregua, aplacas tu sed de sangre. Decidiste la mía, he entrado en tu red y resuelto tus enigmas. Manejaste el timón de mi inexperiencia y el control de la tuya, ya recreada en otras batidas. Tantas noches de vela, de necesidad, de hambre seca, de olvidos, de reproches, de culpas, de murallas, de cinturones, de miedos, de lástimas ajenas, de sentencias turbias, de barros que no mereces, de soledad, de olores fugaces, de terror, de esperanzas truncadas, de esperas eternas, de pinzas para tenderte, de oportunidades crujidas, de fe en nuestras pupilas, de sabores amargos, salados, ácidos, picantes o dulces. No lo vi cuando me despertabas.


JOSÉ CHINCHILLA LÓPEZ

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