O eres tú quién se ofrece, si pones la frescura de tu mirada empujando el ansia de mis pestañas sobre tu imagen erguida frente a la mía.
Musiquea una orquesta infinita en esta danza imposible que nos abraza.
Cegado por el afán de conseguir tu guiño. Borracho, bajo la presión de un bombeo incesante, al leer las insinuaciones que vistes. Mi anestesia tapa la razón, e impide lamer la realidad que revienta borbotones de este caudal de lujuria a mis ojos tardíos.
Señora de la verdad y naturalidad que calcaste de tus dueñas. Crianza en barrica de fresno. Esculpiste el oasis perfecto para envejecer en roble. Cocinar a fuego lento, sin prisa y en equilibrada premura.
Eliges tu música favorita y abres el espacio que necesitas para bailarla. Maestra en este tercio, escapista de mi abrazo, rehalera de las yemas de mis dedos. Dibujante de caricias leves o prolongadas, acompasadas o explosivas, tangentes o chocantes.
Es mi piel la que capturas. Es mi fuerza la que mides. Es mi tesón el que te embriaga. Mi calor el que saboreas y mi sudor o lágrima la que respiras.
A conciencia, diriges quien te lleve, sitúas o desbaratas la frontera. Mientras, juegas a este reto que dispones entre sueños y que ahora manejas, alargas o retuerces para engrandecer este teatro. Te entusiasmas, enjuagas cada palmo de tu cuerpo. No es una entrega. Me enseñas a aprender y no es poco.
Sin tregua, aplacas tu sed de sangre. Decidiste la mía, he entrado en tu red y resuelto tus enigmas. Manejaste el timón de mi inexperiencia y el control de la tuya, ya recreada en otras batidas. Tantas noches de vela, de necesidad, de hambre seca, de olvidos, de reproches, de culpas, de murallas, de cinturones, de miedos, de lástimas ajenas, de sentencias turbias, de barros que no mereces, de soledad, de olores fugaces, de terror, de esperanzas truncadas, de esperas eternas, de pinzas para tenderte, de oportunidades crujidas, de fe en nuestras pupilas, de sabores amargos, salados, ácidos, picantes o dulces. No lo vi cuando me despertabas.
JOSÉ CHINCHILLA LÓPEZ
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