14 de septiembre de 2015

GUIÑOS

Sigo atrapado por tu recuerdo, enredado entre un estropajo de espinas no encontradas, contando las canicas de mi bolsa. Las que dejaste. Puliendo sus brillos.
Cegado por un dolor ilocalizable, inexistente pero real. Sin aprender a levantar los ojos por encima de los horizontes. Sin ganas de reconstruirme, de saltar al otro lado de mi amada ciénaga. Batiéndome en el orgullo de no remolcarme por ninguna amarra o cabo que desea mi rescate. Solo, entre la muchedumbre.
En tus ausencias te faltamos y lo sabemos. En las mías tampoco estás. Por encontrar queda, esa pizca de felicidad al atardecer mientras se enciende la candela del farol de tu calle.
Cargas de dudas mi vida y no resisto los días tan duros. A este espejo no le caben más vahos sufridos o rímeles corridos. Tu llanto fingido, inunda estancias ajenas y me trastorna. El vestido calado con tu sollozo, se seca al relente de mis noches vacías. Prometiste una larga espera y te bates en retirada al instante.
En el cajón están los colores que izaste. De piel, de ojos, de carmín. Oyen tu canción sin bailar. Cerca del reflejo donde pesaste la generosidad de tu piel, la que guardas, la que entregas. Te soy fácil, regresas. Llamas a mi puerta abierta y la traspasas bajo mi mirada y mi silencio. Rasgas mi seda, como mantequilla entre tus dientes sedientos. Tus labios untan los míos con sabor a melocotón y tintes de fuego. Cómplice de tus deseos me exprimes para beberme, para saciarte. Miro al cielo de nuestra alcoba y me elevo entre alturas de vértigo. Abandono mi miedo, mi terror. Soy tu presa, apenas pagado por un roce de plumas falsas sobre mi desnudo frío. Me desgarras al límite de la herida. Enrojeces los altares de mi cuerpo tatuando las huellas que me delatan. Me marcas. Tu gemido descarado nos descubre. Lo consiento. Me gusta. Te oculto. Condenado por la suavidad de tu piel mientras solo juegas, cuando gustas, con la mía. Me abandonas roto, otra vez, la última. Quizá no vuelvas una de estas noches. Saltas el umbral dejando otra sonrisa a este lecho de sábanas revueltas. No quiero promesas rotas, ni por romper. ¡Cierra!
No es olvido, cuando giras para retomarte o para apretar mi mano sin mirar donde posas el tacón de tu zapato.
JOSÉ CHINCHILLA LÓPEZ

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