19 de octubre de 2014

DESEO

Piso el techo de la sierra. Le arrebato sus colores para pintar mi vida de tranquilidad, alegría e historias extremas, que esta tierra ampara, envueltas a golpe de arado romano y vertedera.
"Un padre trataba de llevar a su hija enferma por un camino de herradura en una mula y cuando llegó al médico más cercano, ya estaba muerta. El dolor se le clavó tanto que junto a su familia se marchó de la sierra."
Hoy, la aldea está desierta, los huertos sin arar, las manzanas, peras, uvas, membrillos, higos y moras por coger. La fuente no vierte el agua sobre las tomateras y se desangra, triste y eterna. Crudeza, tesón, sufrimiento y abandono resaltan los brillos del pinar.
Fácil ha sido tomar el camino en este espacio volátil, para encontrar la paz del alma. Reposar alejado de esta sociedad febril como marcaste en tu ilusión.
Bastó cerrar los ojos frente a las paredes en ruinas, que apenas sostenían unas tablas viejas y unas tejas. Las puertas de hoja partida se esfuerzan por mantenerse erguidas y soportan maltrechas los acosos del tiempo y de los depredadores que buscan en ellas su sustento.
 No encontraras aquí la perfección que ansias.
En cada dirección reposa el esqueleto de quienes, antes que tu, hicieron el mismo intento. Vivir tranquilos, apartados de esta saturación de despropósitos. Tanta lejanía hizo que cayeran en el olvido. Les dejaron tan desatendidos que la distancia y la dureza de su paraíso se les tornó enemigo implacable.
Y allí estaban, al sol tendidas sus ilusiones, sus esfuerzos y su alegría frente a la desolación, el abandono y un silencio de cementerio de sus campos que continúan esperando la pisada de sus albarcas, quizá las tuyas. Mientras, las suelas resisten en las cunetas para contar que tuvieron un dueño. Un padre que aró y sembró su destino hasta dejarse en ese empeño, la vida de sus seres queridos y su propia vida. Feliz sueño, amigo del alma, mientras lo mantengas alejado de llevarlo a cabo, abandonado de estos dioses que poco o nada nos entienden. Es precioso este recorrido. Envueltos del paisaje más sublime que pueda saborearse en estos días. Cruzar la puerta de acceso al espacio de donde proceden los miedos. Beber una realidad simple, tan sencilla que hiere el alma. Encontrar una preciada variedad de animales libres, sorprendidos por nuestra intrusión en su tranquilidad. Cambiar agobios por cansancio y respirar los matices de humedales y floras. Andar a hurtadillas mientras la nevada se ausenta. "Hace una hora dijiste que estábamos llegando y solo se ven ovejas sueltas". Todo para guardar un grato recuerdo.

JOSÉ CHINCHILLA LÓPEZ

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