17 de septiembre de 2012

VOLAR

Llevo herido el vientre.
Quisiera volar para cruzar desde mi acantilado al tuyo.
Me siento aquí, mirándote, al borde de este abismo. La brisa tenue calma el dolor y acaricia la idea de intentar este salto suicida.
Quebrado, sueño ante el miedo de ahogarme en la turbulencia de las aguas que el río del tiempo alimenta entre tu mundo y el mío.
Y cojo fuerzas del amor que me acuchilla para encontrarte todos los días. Saltar cada noche por la ventana de tu dormitorio me permite sentirme vivo.
Extinguir el fantasma del tiempo. Anticiparse a la arruga venenosa. Aprovechar la plenitud sensual rescatándola de la causa de una injusta sumisión de virtuosismo. Saciar pensamientos eternamente sedientos. Beberme cada rincón oculto de tu cuerpo y compartir el grito de placer que me entrega la humedad de tu piel desnuda sobre la cálida intimidad de tu colchón. Justo lo que tú y yo necesitamos tan intensamente para ocultar el entusiasmo de nuestras fantasías más inconfesables.
Vueltas y vueltas pidiéndote pista. Con el combustible casi agotado. Cerrado el aeropuerto de tu corazón.
Tranquilidad cautiva, sin carmín, sin olor a pólvora quemada, sin vuelos de campanas, sin zapatos nuevos.
Por maleta un libro para aliviar el trastorno de castidad obligada.
Encontré que nuestras vidas necesitan desinhibirse más, y más dulzura.
Aprendo a no pedir el sol. Aprendo a no juzgarlo cuando sale más temprano de lo que deseo. Aprendo a aceptarte tal como eres. A llorar yo solito y a abrazarme yo solito y ya está. Y no es fácil.
Al atardecer una sorpresa.
Cada noche eres otra mujer, de diferente mirada. Te transformas con cada vestido, con cada intención. Sonríes y jamás te excusas. Siempre estás y nunca tarde, pero distinta.
La luz de la mañana te devuelve a otra normalidad. Por eso no te conozco. Solo entiendo que ¡te quiero! Fácil escribirlo. Más aún, soñarlo.
Mañana iré a buscar un poco más de grano.
Abrí el palomar de par en par y azucé mis palomas. Al cabo de un tiempo regresaron todas e incluso más. ¿Por qué? ¿Acaso no les gusta su libertad? Desde arriba pudieron ver todo el mundo y quedarse en un paraíso propio.
Incomprensible, eso que llaman amor.
JOSÉ CHINCHILLA LÓPEZ

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