8 de mayo de 2011

UN TACÓN Y UN ANDÉN


Busco mi felicidad. No la encuentro. Se fue con mi alegría en un inesperado viaje. Cogió el tren desde un andén olvidado. Partió sin mirar atrás por la ventanilla del último vagón.
El tiempo se expande ocupando mis instantes, cubriéndolos de vacíos decolorados. Mis ojos no alcanzan la luz de las pequeñas grandiosidades que nos rodean. Los proyectos se disfrazan innecesarios. Pesan las cadenas que no soporto, los miedos que me persiguen y la inactividad de mis batallas.
Aguanto sostenida por lazarillos que continúan creyendo en mis bosquejos quemados por el incendio que trasformó todo. Una extinción de unos mundos a los que algunos ojos no desisten en alcanzar.
Se ha marchado la satisfacción de sentir la vida. Está en otro paraje, entre otras gentes que le exigen menos a sus sueños. Sus risas llegan crujiendo la soledad del luto. No mirar, no ver, no sentir, la solución es siempre la más sencilla.
Tras el horizonte… nada.
La locomotora que regresa apenas trae pequeñas tristezas que me abaten cayendo como fichas de dominó una tras otra sin hacer ruidos. Inspiro, sin despertar el limpio olor de la sangre cuando se sentía caliente bajo tu piel.
Apenas recuerdo tu perfume.
La noche no zurce el cansancio de esta red de pescador rasgada tras la tormenta. Y la luz del amanecer trae más frío a este glaciar que soñó derretirse entre el abrazo de tu pecho.

JOSÉ CHINCHILLA LÓPEZ

No hay comentarios:

Publicar un comentario