14 de diciembre de 2010

OTRO JORNAL, OTRO SUEÑO


Cada cumpleaños, en mi niñez, buscaba en el calendario que los dioses hubieran colocado ese día de Junio alejado de las horas de estudio, de las calificaciones o de los exámenes finales.
¿Qué te gustaría que te regalasen?
No tenía tiempo para pensar en ilusiones mientras regateaba el monstruo de aquella valoración que se repetía en cada aniversario.
Míralo por el lado positivo, hay que inflar las bicicletas, queda atrás el frío, comienza el verano, estás a un paso de las vacaciones. “Encuentra las cosas buenas que las malas ya vienen solas”.
Conseguirlo donde se olvidan los nervios de unas lecciones que nunca me interesaron y ante las que debía mostrar que por ciencia infusa me habían empapado de la manera que ellos diseñaban.
Cuando elijáis nacer, hacedlo lejos de esos monstruos. Días que obligan a reprogramar la conducta y los valores encarcelando vuestra libertad.
Sin tiempo de usarlo, el juguete espera cerca de la estantería llena de libros envejecidos del último curso. Una ilusión por rescatarlo en pugna por una concentración evaporada que impide asentarse a los dogmas de una sociedad tan pulcra como hipócrita.
Me planteo porqué los que se supone que me quieren están todo el rato incrustándome falsos valores que ellos no practican. Ensalzan o denigran mi inteligencia a su antojo y rutina, para lograr una pizca de comodidad en sus vidas sin importarles la mía.
Valores de una sociedad bien educada.
Las páginas de la novela que leo en este refugio de la costa, se evaporan sin dejar mella como en aquellos tiempos. ¿Qué siente la mujer que retira su teta, frente a una incomprensión por falta de bravura?
Me instalo sin plena comodidad donde los que me acompañan visten la desnudez de sus cuerpos en desigual combate con los textiles del otro lado del montículo. Me absorben las condiciones del entorno, el sonido del viento y el oleaje que trata de empujar este trocito de playa para alejarlo en su intención de adentrarse en la costa.
Hace un momento una niña de ojos azules apareció rodeando el saliente. Caminó hasta la toalla donde Nuria tomaba el sol y se agachó a su lado.
-¿Dónde está tu biquini? ¿Lo has perdido? ¡Mira! ¡Mi biquini es nuevo! ¿Te gusta? ¡Me lo ha comprado mi tita Mati!
-Claro que me gusta.
Mi biquini son unas gotas de perfume.- Susurró mientras le regalaba una sonrisa de complicidad entre chicas.
-¿Me dejas que te huela?
La voz de otra mujer la reclamaba, y se alzó despacito dejándonos la ternura en sus pequeños movimientos.
Sé que mientras nos descubrimos entre nuestras sabanas recordaré la inocencia de esa niña que se alejó mientras la madre repetía su nombre y la empujaba a regresar junto al pozo de las cosas que están bien hechas.
Giró la cara, mostró una gran sonrisa y balanceó la palma de su mano mostrando ese adiós de niño que nos empapa de la intención contraria.
JOSÉ CHINCHILLA LÓPEZ

No hay comentarios:

Publicar un comentario