11 de septiembre de 2013

SEPTIEMBRE

Es el ruido de la madrugada. Cuando el bullicio duerme, las hojas del pinar juegan con el viento mientras rascan su barriga helada.
Me calzo los esquíes, desnudo junto a la luna llena. Cinco minutos para que las tripas me enseñen lo insignificante que soy para este mundo, para ti. Una vez más, deposito en la ciénaga del lago la ira de mis desilusiones e insatisfacciones y al borde de su oleaje contenido, me detengo.
Entiendo que el significado de tu respuesta, no es sino la propia definición de este imposible. Grano a grano he depositado toda una majestuosa cantera de intenciones por lograr, sueños quebrados, cariño sin recibir, respeto atragantado. Roto el deseo de hacerte mía hoy, ayer, siempre.
No queda nada. Apenas, bajo el agua, este barrizal de emociones que tinta el hielo de oscuro. Su color acentúa el contraste del reflejo de la noche en la superficie fría de tu corazón castrense que cumple órdenes a rajatabla. Regreso helado frente a la hoguera que recibe más calor del que me ofrece.
Esta puede ser el alba que me despierte. La que deshiele los grilletes que me impuse al alcanzar tu sonrisa, tu figura, tus caricias y tu abrazo olvidado. No quiero la oscuridad de mi mazmorra, ansiando la luz de un sol que nunca nos va a ligar.
Y con estas lágrimas, que jamás afloran, continuo al abrigo de las pieles del viejo catre. Se olvida frío el hueco donde, desnuda, deberías reponerte.
El sueño cansado ahoga mi verdad y levanta mi cuerpo otro día triste para amasar el pan que prolonga mi cautiverio.
JOSÉ CHINCHILLA LÓPEZ.