20 de septiembre de 2012

EN LA ACERA, FRENTE A FRENTE

Toda la noche en vela y solo “hablando contigo”. Repito palabras que me martillean sin dejarme conciliar el sueño. No me abrazaste y me besaste hasta fundirme cuando tanto te apetecía.
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Rocé tus labios forzada y tus ojos se empaparon. Encadené mi iniciativa para volver a intentarlo, por miedo a hacerte daño. No daré yo el paso más atrevido y me lo quedaré dentro. Sé lo que duele amar cuando no recibo lo que sueño. Sé de ese sentirme por dentro desgarrado, sangrante, herido, tullido e inválido y desear que ese dolor tan atroz no se acabe nunca. De oír a mi entendimiento como intenta protegerme del descuartizado a que me someto voluntariamente mientras mi amor me obliga a arrastrarme, someterme, vejarme, humillarme hasta convertirme en alguien tan vulnerable e insignificante. Sé de la herida incurable que queda cuando mi sentido gana la partida. Sé que nunca se acaba, no hay cicatrices porque jamás sanará del todo. Que en esa caída arrastro a este amor y a quienes amo y me aman. Sé atenerme a las consecuencias. Sé de tu ilusión cuando te sientes especial al encontrarnos, en los momentos que descubres mis ojos sonreír viéndote tan guapa, al reconocernos de lejos cuando la calle bulle repleta de personas.
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Camino en busca de esa pócima milagrosa que alivie mi amanecer sin desear encontrarla. Pido al día que aparezca la mujer que atrape mis labios e insufle en ellos un aliento de salvación arrastrándome de este lecho, que no es de vida, a un paraíso envuelto con el olor de su propia piel. Y vivo así sin conocer la cura para un sufrimiento que me da la felicidad de levantarme ilusionado, enamorado, repleto de este sentirme vivo que ensancha mi corazón y me enfrenta a la duda de ser correspondido, de que algún día, tal vez algún día. Y mientras, con cada latido te sueño y con ese sonido de vida te espero.


JOSÉ CHINCHILLA LÓPEZ

19 de septiembre de 2012

TRADUCTORA

A pasitos cortos, sola, usó su vida. Hoy las miradas a la costura de sus medias o al dobladillo de sus faldas no tenían sentido. Su escote dejaba de buscar la caricia perfecta.
Su retraso laboral delató el secreto de esta su última ausencia. Su móvil sonó y sonó hasta agotar su fuerza. Al otro lado del timbre de su casa no hallaron respuesta. Un cascarrabias de vecino entumecido tampoco se esforzaba en encender luz alguna. Mientras, su hedor a viejo podrido, ocultaba el leve aroma de la desaparecida.
Un desastre de coordinación policial empezaba a dibujar lo que fue su memoria. Chenia sonreía con cualquier cosa y se volcaba con los compañeros. Lejos del teclado de su ordenador su vida no estaba tan llena como al verla todos alcanzábamos a suponer. Nació en un país lejano donde residía su único hermano que llegaría muy tarde a sus exequias.
El olor a jabón, su peine preferido frente al espejito, el cepillo que desenredaba de su pelo las intenciones que nunca la tocaron, el perfume con el que nos envolvía, sus camisones de seda, los cajones de ropas dobladas, la vieja cafetera junto a la pequeña pitillera y sus libros perdieron sus mimos. Las cartas de él, sus fotos y postales, que guardaba como un tesoro, tampoco tienen sentido.
Cortado el suministro de agua y electricidad. Silenciado el ruido de sus tacones. Acabó su soledad.
Doblan tres campanas. Cada caja, para cada uso.
JOSÉ CHINCHILLA LÓPEZ.

17 de septiembre de 2012

VOLAR

Llevo herido el vientre.
Quisiera volar para cruzar desde mi acantilado al tuyo.
Me siento aquí, mirándote, al borde de este abismo. La brisa tenue calma el dolor y acaricia la idea de intentar este salto suicida.
Quebrado, sueño ante el miedo de ahogarme en la turbulencia de las aguas que el río del tiempo alimenta entre tu mundo y el mío.
Y cojo fuerzas del amor que me acuchilla para encontrarte todos los días. Saltar cada noche por la ventana de tu dormitorio me permite sentirme vivo.
Extinguir el fantasma del tiempo. Anticiparse a la arruga venenosa. Aprovechar la plenitud sensual rescatándola de la causa de una injusta sumisión de virtuosismo. Saciar pensamientos eternamente sedientos. Beberme cada rincón oculto de tu cuerpo y compartir el grito de placer que me entrega la humedad de tu piel desnuda sobre la cálida intimidad de tu colchón. Justo lo que tú y yo necesitamos tan intensamente para ocultar el entusiasmo de nuestras fantasías más inconfesables.
Vueltas y vueltas pidiéndote pista. Con el combustible casi agotado. Cerrado el aeropuerto de tu corazón.
Tranquilidad cautiva, sin carmín, sin olor a pólvora quemada, sin vuelos de campanas, sin zapatos nuevos.
Por maleta un libro para aliviar el trastorno de castidad obligada.
Encontré que nuestras vidas necesitan desinhibirse más, y más dulzura.
Aprendo a no pedir el sol. Aprendo a no juzgarlo cuando sale más temprano de lo que deseo. Aprendo a aceptarte tal como eres. A llorar yo solito y a abrazarme yo solito y ya está. Y no es fácil.
Al atardecer una sorpresa.
Cada noche eres otra mujer, de diferente mirada. Te transformas con cada vestido, con cada intención. Sonríes y jamás te excusas. Siempre estás y nunca tarde, pero distinta.
La luz de la mañana te devuelve a otra normalidad. Por eso no te conozco. Solo entiendo que ¡te quiero! Fácil escribirlo. Más aún, soñarlo.
Mañana iré a buscar un poco más de grano.
Abrí el palomar de par en par y azucé mis palomas. Al cabo de un tiempo regresaron todas e incluso más. ¿Por qué? ¿Acaso no les gusta su libertad? Desde arriba pudieron ver todo el mundo y quedarse en un paraíso propio.
Incomprensible, eso que llaman amor.
JOSÉ CHINCHILLA LÓPEZ

3 de septiembre de 2012

A USTED

Trato de redactar relatos felices. En alguno la realidad en la que está basado matiza con un calado tal, que escribirlo me entristece.
MUY AGRADECIDO a las-os lectoras-es de mi blog. 
Todo un sueño: